Fui arrancando una a una todas esas ramas que me lastiman, esas raíces que eche sin querer y que me ataron a muchas cosas que no deseé y me cegaron; me sentí como un árbol de otoño, que se seco por fuera, perdió sus hojas, que el viento golpeó y quebró. Inmóvil. Y me convierto en un árbol vivo, lleno de hojas coloridas y brillante y siento la brisa en mi tronco, observo los pájaros cerca, sonrío y me siento llena. El árbol se renueva, crece y florece… simple, tan simple.
25 de marzo de 2010
Descalza, desnuda, apenas envuelta en la bandera argentina, Isadora Duncan baila el himno nacional. Una noche comete esta osadía, en un café de estudiantes de Buenos Aires, y a la mañana siguiente todo el mundo lo sabe: el empresario rompe el contrato, las buenas familias devuelven sus entradas al Teatro Colón y la prensa exige la expulsión inmediata de esta pecadora norteamericana que ha venido a la Argentina a mancillar los símbolos patrios. Isadora no entiende nada. Ningún francés protestó cuando ella bailó la Marsellesa con un chal rojo por todo vestido. Si se puede bailar una emoción, si se puede bailar una idea, ¿por qué no se puede bailar un himno? La libertad ofende.Mujer de ojos brillante, Isadora es enemiga declarada de la escuela, el matrimonio, la danza clásica y de todo lo que enjaule el viento. Ella baila porque bailando goza, y baila lo que quiere, cuando quiere y como quiere, ylas orquestas callan ante la música que sale de su cuerpo.
En una esquina se sienta, a pensar sobre lo que dijo y en el banco esta el papel roto, donde escribio una y otra vez sus palabras porque creia q no las iba a recordar pero no las pudo decir, no en voz alta las dijo al irse, al despedirse cuando el ya se habia ido. si, las dijo hacia el viento y hacia su espalda.